martes, 10 de julio de 2007

MARCAHUASI UNA PARTE DE LIMA QUE TOCA AL CIELO

















Eran minutos antes de las ocho de la mañana cuando todo empezó, nos encontrábamos reunidos en las afueras de las instalaciones de la universidad, todos muy ansiosos esperando al ómnibus que nos llevaría a una parte de Lima en la que hablar con Dios se hace mucho mas fácil, un lugar donde tocar el cielo no es muy difícil, nos dirigíamos al misterioso, enigmático y místico MARCAHUASI. Lo más sorprendente de todo era que se encontraba en Lima en la capital, algo muy grato para los que fuimos pero también muy desconocido para muchas personas, pues estando muy cerca se hace muy lejos saber con exactitud que tan gran maravilla se encuentra en Lima.
El ómnibus de la universidad tomó las medidas preventivas, y con algunos consejos brindados por el profesor Luís Cárdenas y Alejandro Guerrero nos proporcionaban las ideas mas clar
as para saber al lugar donde nos dirigíamos, es así como enrumbamos a nuestro destino y después de un largo viaje por lo inquietado del trayecto, pero tan corto por el tiempo, porque es un lugar que se encuentra a ochenta kilómetros, es como llegamos a San pedro de Casta, un pueblo que aún se remonta a las antiguas épocas, pues su forma de vivir, nos hacia recordar a nuestros antepasados.

No perdimos ni un minuto por tanto ni bien llegamos el alcalde de la cuidad nos recibía y a la vez nos invitaba a observar una galería de fotos para conocer mejor en lugar donde estábamos próximos a arribar.
Un pachamanca, algunos un simple mate de coca, bueno los organismos no son todos iguales, pero todos teníamos las misma ganas de llegar a la gran meseta de Marcahuasi. Unos iban subiendo a caballo, mientras otros aun no terminaban de acomodar sus equipajes en las asemillas (mas conocidos como los burros de carga) y es así como emprendimos el viaje hasta la gran meseta.

Llegamos con muchas ganas algunos adoloridos por el viaje en caballo y otros por la presión que sentían al encontrarse a 4050 m.s.n.m y de inmediato no alistábamos para lo más duro que vendría: pasar la noche.
Muchas fotos, algunas cámaras filmando pues nos beneficiábamos de aprovechar la luz del sol antes de que llegue la gran sombra de la noche. Nos reunimos antes de acomodarnos a pasar la noche, compartimos alimentos, disfrutábamos el momento un par de chistes, algunas buenas carcajadas y otros que esperaban saber hasta donde llegaría el frió durante la oscuridad.
Nos levantamos muy temprano el frió era estremecedor, teníamos que aprovechar los últimos momentos en la meseta antes de ir de regreso, mientras reclutábamos nuestras carpas nos dábamos cuenta de lo patético que fue el frío durantes la noche, residuos de hielo algunas botellas congeladas, nos hacia pensar que gente como nosotros vive a tales temperaturas y que las soporta día a día, y nosotros solamente éramos caminantes de un día y que pronto regresaríamos a nuestra realidad. Subimos a lo que seria nuestra última peregrinación y a tomarnos fotos con las piedras en forma de animales, mientras algunas regresaban al pueblo a alistar nuestro retorno.

Ya habiendo disfrutado de tan grandes paisajes, místicos y milenarios nos encontrábamos algunos comprando queso de recuerdo de un viaje que fue muy relajante para unos y muy estresantes para otros luego de que pasaran la noche mas fría de su vida.
Ya de regreso sólo pensábamos en no mirar el gran abismo que se encuentra en el trayecto a Marcahuasi pues mientras el ómnibus
avanzaba las piedras chocaban, un frenó en seco nos puso a mas de uno con el nerviosismo de que podía pasar algo en nuestro maravilloso viaje, pues la experiencia de nuestro conductor impidió y aseguro nuestro retorno placentero, mientras nosotros pensamos en alguna otra oportunidad de conocer mas lugares misteriosos de nuestro Perú.
Regresábamos muy cansados, los bolsillos algos vacíos, la satisfacción de que para visitar el cielo no se necesita estar muerto solo un poco de nuestra aventura, el resto de nuestros recuerdos lo dejamos en Marcahuasi.

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